Aquellos sapiens lo inventaron todo

El imaginario colectivo es una incursión en la conciencia de aquellos sapiens que crearon, en las paredes de las cuevas, algunas de las obras pictóricas más asombrosas de la historia. Cuando Pablo Picasso visitó Lascaux sus primeras palabras fueron: “no hemos inventado nada, no hemos aprendido nada nuevo desde entonces”. ¿A qué se refería este genio universal de la pintura? Sencillamente a que aquellos extraordinarios artistas lo inventaron todo, pues comenzaron literalmente desde cero: crearon pigmentos a partir de minerales pulverizados; pinceles con las crines; tampones y paños vegetales para estampar; cinceles de diversos grosores, largos y materiales; cepillos para preparar las paredes; buriles, punzones, espátulas; aprendieron a curtir y cortar el cuero con la forma deseada para el estarcido; desarrollaron técnicas pictóricas que aún hoy se utilizan, como el puntillismo o el estarcido, y la perspectiva y el volumen, que no volvieron a utilizarse hasta 15.000 años después por los atenienses y que volvió a desaparecer hasta el Renacimiento del s.XV; incluso la animación como precursora del cine, pues utilizaron las irregularidades de las paredes para que la luz de las antorchas generara la ilusión de movimiento gracias a sus sombras; la iluminación, a través de ingeniosas lámparas de grasa talladas en pebeteros de piedra con mechas vegetales; los andamios para llegar a las partes altas; un complejo lenguaje de signos que quizá nunca descifremos y que seguramente conforme la primera forma de escritura de la humanidad; un amplísimo, detalladísimo y súper realista bestiario; seres imaginarios, tótems, posiblemente dioses; mitos, leyendas, creencias… Picasso se dio cuenta de que aquellos cavernícolas habían inventado incluso el concepto mismo de imagen, un concepto que todo verdadero artista reinventa una y otra vez, pero nunca desde cero.

Fig.1.: Picasso pintando figuras de luz. LIFE magazine.

La primera escuela sapiens

Lu no quiere ir a la escuela; así empieza el relato. Lo importante aquí no es que no quiera ir, sino que las cuevas repletas de representaciones pictóricas y grabados podían ser exactamente eso: las escuelas de aquellos sapiens. Un conocimiento tan profundo y elaborado como el necesario para pintar los bisontes de Altamira, el friso de los caballos o el de las leonas de Chauvet, o la bóveda de las vacas de Lascaux, debía ser trasmitido de generación en generación; solo así podría crecer y alcanzar tan alto nivel. Así pues, ciertas cuevas pudieron servir como escuelas, no solo en el sentido de trasmisión de conocimientos sino también en el de desarrollo de un estilo, como puede ser el barroco, el renacentista, el cubismo o el expresionismo; estilos fácilmente identificables, genuinos, que pertenecen a una época y una región geográfica concretas: en definitiva, escuelas.

Fig.1.: Friso de las vacas, cueva de Lascaux. Wikipedia.
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Fig.2.: Panel de los bisontes de Altamira. Images - iStock
Fig.3.: Friso de las leonas de Chauvet. Wikipedia.

Lejos de aquellas primeras interpretaciones de las pinturas, cuando se creía que solo eran invocaciones totémicas realizadas por chamanes para favorecer la cacería, ahora sabemos que son mucho más que eso. A menudo representan escenas completas, como la estampida provocada por los rinocerontes o la cacería de mamuts llevada a cabo por las leonas, en Chauvet.

Fig.4.: Friso de Chauvet. Wikipedia.
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Fig.5.: Detalles del friso de Chauvet. Wikipedia.

Y no solo eso, sino que el lugar exacto de las paredes donde estas pinturas se hacían se elegía cuidadosamente para dar una idea del entorno en el que la acción tenía lugar, por ejemplo, una pradera, un valle, un precipicio o un río; vean a estos ciervos:  

Fig.6.: Grupo de ciervos saliendo de un río imaginario, cueva de Lascaux.

Así pues, nuestros más antiguos antepasados sapiens eran auténticos maestros en el arte de contar historias, que servían para transimitir su imaginario, sus creencias, su cultura. En estas y otras muchas cuevas, agarraban una antorcha y narraban, con todo lo que tenían, es decir, la música, la pintura, la palabra, historias fascinantes que poco a poco, generación tras generación, iban conformando el universo de mitos y creencias, lo que viene a ser el imaginario colectivo que les permitía interpretar el mundo y su lugar en él. En El imaginario colectivo se proponen algunas de esas historias y leyendas, que nunca llegaremos a conocer, pero que sin duda permanecen en algún lugar de nuestra excelsa conciencia. 

El relato se ambienta principalmente en la cueva de Lascaux, aunque también en la Chauvet. La cueva de Lascaux, ubicada en la Dordoña, en el sureste francés. En ella se hallan más de 600 pinturas y 1.500 grabados, realizados por incontables generaciones, y que generalmente se datan dentro del Magdaleniense, hace unos 17.000 años, aunque son necesarias nuevas dataciones.

Fig.7.: mapa de la cueva y ubicación. Pedro Martín Sánchez.

La cueva de Lascaux

La cueva consiste en una entrada con pendiente ligera que se abre en la llamada Sala de los Toros, que es la de mayor tamaño, con unos 20 metros de largo, una anchura máxima de 7,5 metros y una altura de 6 m. Es en esta sala donde aparecen la mayor parte de las pinturas y las más representativas: vacas, toros, caballos, ciervos, uros, un oso, el mal llamado “unicornio” y signos geométricos. Si se continúa recto desde la Sala de los Toros se accede al Divertículo Axial, un pasillo de unos 30 metros de largo que se estrecha a medida que se avanza y que contiene multitud de representaciones figurativas y signos geométricos, además de animales y grabados de muy difícil interpretación que más bien parecen esbozos.

Desde la Sala de los Toros también se accede al Pasaje, un corredor de 20 metros que une la Sala con el Ábside y la Nave. En el Pasaje se aprecian cerca de 400 representaciones, en su mayoría indeterminadas, pero también animales y más signos geométricos. Desde el Pasaje se puede continuar rectos hacia la Nave o acceder al Ábside.

La Nave es un espacio amplio de mayor pendiente descendente que las partes anteriores de la cueva, donde predominan las representaciones de animales, entre ellos los ciervos que cruzan el río y el blasón que en El imaginario colectivo pinta Bram para crear una gama cromática sin precedente. Más adelante el pasillo se estrecha mucho y sus paredes cambian de consistencia y color, en la llamada Galería Moonmilk, donde apenas se hallan representaciones. Al final de esta galería se encuentra el Divertículo de los Felinos, de 25 metros de longitud, muy estrecho y de no más de un metro de altura, donde la cueva tiene uno de sus finales. En este divertículo, además de otros pocos animales, aparecen los 6 felinos que empujarán a la protagonista de El imaginario colectivo hacia su aventura en la cueva de Chauvet, que hará de ella toda una mujer leona.

Fig.8.: Sala de los Toros. El reto histórico.
Fig.9.: Caballo invertido, en el divertículo axial. Ub.edu

Desde la Nave también se accede, con una ligera pendiente ascendente, al Ábside, un espacio de unos 30m2 con una altura de 3,5 metros, que contiene más de mil figuras, mayoritariamente grabados de signos geométricos y unos 500 animales. Y junto a la Nave se encuentra el lugar más enigmático de la cueva: el Pozo, donde solo aparecen 8 representaciones: 4 animales (caballo, bisonte, rinoceronte y pájaro); 3 símbolos geométricos y la única figura humana de toda la cueva, el fascinante hombre pájaro.

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Fig.10.: La Nave. Mainly Museums.
Fig.11.: el Blasón. Matthew Cobb.
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Fig.12.: el Ábside. Art.rmgp.fr
Fig. 13.: cabeza de ciervo. Sciencesetavenir.fr
Fig.14.: calco del Divertículo de los Felinos. Frwiki.wiki

Para bajar al Pozo hoy existen unas escaleras metálicas; entonces se requería una gran habilidad escaladora. El Pozo era un lugar de acceso restringido, seguramente destinado en exclusiva a chamanes. En él se halló en el suelo un pequeño pebetero magníficamente pulido, que servía para iluminar, pero no hay restos de ninguna otra fuente de luz. De las 8 representaciones que contiene, 7 se encuentran en la pared izquierda, sobre una superficie de unos 3m2, mientras que en la pared derecha solo aparece un caballo.

La interpretación de estas figuras, es decir, si guardan relación entre ellas, por qué se encuentran en un lugar tan reservado y qué es lo que nos quieren transmitir, resulta casi imposible sin el contexto cultural en el que surgieron. Sin embargo, en El imaginario colectivo se propone una posible interpretación y será en el Pozo donde se llegue al desenlace de la historia.

Fig.15.: Primera fotografía de la escena del pozo.

La escena del bisonte destripado con una azagaya que lo atraviesa y un hombre tumbado delante, con cabeza de pájaro y el falo erecto, es una de las más enigmáticas del arte paleolítico y ha sido ampliamente discutida. El bisonte, en sus últimos estertores, parece embestir al hombre en el suelo. A su lado, tirado en el suelo, aparece lo que podría ser un pedazo de azagaya rota o algún otro instrumento de caza, y a los pies del hombre tumbado una pértiga con cabeza de ave. A la izquierda de la escena hay un rinoceronte, que no parece relacionado con la narrativa de del bisonte y le hombre pájaro, y entre ambos una serie de 6 puntos ordenados de dos en dos. ¿Se trata de un accidente de caza? ¿Es una invocación? ¿Por qué las cabezas de ave? El falo erecto, ¿sería producto del rigor mortis? Esta es la única representación de un ser humano en toda la cueva, y unas de las pocas en el arte parietal y mobiliario de la época. Casi nunca se reasentaban humanos y cuando se hacía era de un modo, en comparación con la abundancia de detalles en las representaciones de animales, tan esquemático y básico que da la impresión de que fuera un tabú. Su significado es un misterio para el que Lu y Bram tienen una respuesta.  

Fig.16.: Escena del Pozo. Educación.ufm.edu

¿De qué va el libro?

Los sapiens se van a casa es una colección de relatos prehistóricos que profundiza en las claves de la expansión del Homo sapiens en el mundo: cómo salió de África, cómo llegó hasta  Europa y América, las pinturas rupestres como medio para acercarnos a su mente, y el surgimiento de la agricultura. Una manera apasionante de aprender sobre nuestro pasado como especie.

Combina contextos históricos, hallazgos arqueológicos y teorías antropológicas con una ficción ágil que engancha al lector desde las primeras líneas. En Los sapiens se van a casa conocerás a Az, una joven madre que para salvar a su bebé remontará el Nilo, convirtiéndose en la primera sapiens que salió de África; a Ío, un mestizo de sapiens y neandertal que conquistará Europa; a Inu, Van, Nui, Laz y sus amigos cánidos, que emprenderán un viaje épico por la costa del continente americano; a Adún y su familia, quienes, para encontrar el Sol, dieron un salto gigantesco para la humanidad; a la intrépida Lu, que con su amor y creatividad pintó algunas de las representaciones más bellas y enigmáticas de la historia; y a Abu, un niño autista cuya capacidad de observación condujo al descubrimiento que cambió para siempre el destino de los seres humanos. 

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