El sapiens domestica al lobo
El nuevo viejo mundo comienza con una licencia creativa: nadie ha dicho nunca que los perros acompañaran al Homo sapiens en su entrada a América. Sin embargo, habría sido perfectamente posible, ya que el perro se domesticó, según los estudios más recientes, hace unos 19.000 años en Europa Central y su presencia se extendió muy rápido por Eurasia y Oriente Medio, especialmente en la zona mongol, desde la que partieron los primeros pobladores de Beringia.
En el relato se presentan las claves más relevantes del proceso de domesticación del lobo. En primer lugar, debió ocurrir de manera inintencionada. A pesar de que una teoría muy extendida es la de que los lobos se sintieran atraídos por los asentamientos humanos, el lobo es una especie muy huidiza que vive casi siempre en manada. No parece plausible que los humanos retuvieran individuos aislados y los educaran: habrían tenido que conocer primero la utilidad de los lobos adiestrados y segundo las pautas para educarlo, cosas ambas que seguro vinieron después y no antes; además, alimentar a un carnívoro no parece muy útil en términos energéticos y, por otra parte, se sabe que la domesticación la realizaron los cazadores recolectores y no las sociedades agrícolas, por lo que no había asentamientos permanentes; por último, el lobo debía temer al humano, pues el humano cazaba lobos. Parece mucho más lógico creer que este proceso se dio de manera casual y desde luego solo pudo suceder con individuos muy jóvenes, cachorros de menos de dos meses, pues es cuando los lobos tienen su máxima capacidad de socialización y su menor instinto de huida.
Después de establecerse el vínculo psicológico, emocional y social entre el cachorro de lobo y el humano, la amistad más famosa y duradera de la historia pudo surgir. Cuando los humanos y los lobos comenzaron a convivir, ambos descubrieron las ventajas de hacerlo. La primera de todas es la caza. Los humanos debieron entender cuán útiles resultaban los lobos para tal efecto. A su vez, los lobos pronto se dieron cuenta de lo fácil que resultaba ser alimentados. La protección, el aviso, su olfato, la compañía; todo ello, poco a poco, generación tras generación, acabó por modificar la genética del lobo y lo convirtió en otra especie, programada para la socialización.
Las entradas al continente americano
La teoría más extendida sobre el poblamiento de América es que las primeras comunidades entraron a través del estrecho de Bering desde Siberia y Mongolia. También se ha postulado que esto sucedió en tres grandes olas migratorias: amerindios (12.000 años AP), atabascos, navajo y apaches- (8.000 años AP) y eskimo-aleutianos (6.000 años AP); todo ello sustentado con profundos estudios genéticos. Son precisamente los últimos estudios genéticos los que sugieren la existencia de una ruta adicional, la transpacífica, para el poblamiento de América desde Asia o la Polinesia, consistente también con las evidencias arqueológicas. En el relato incluso se hace mención a la posible entrada en el continente de un grupo de navegantes proveniente del actual Japón, ya que se han encontrado artefactos elaborados con técnicas exclusivas de aquella zona y anteriores a la cultura Clovis.
A mediados del s.XX los científicos estaba de acuerdo en que la denominada cultura Clovis fue la primera que pobló el continente. Llamada así por el lugar en Nuevo México donde se hallaron las primeras evidencias, se teorizó que el sapiens entró en América cuando, al finalizar la última glaciación, se abrió un corredor entre las dos grandes placas de hielo que cubrían el norte del continente, y que esto sucedió hace unos 11.000 años.
Sin embrago, como se aprecia en la siguiente figura, son muy numerosas las evidencias arqueológicas (aunque sin restos anatómicos) anteriores a Clovis, por lo que a esta teoría hay que sumar alternativas que provienen desde el Pacífico, Oceanía e incluso Australia, que también son consistentes con las evidencias genéticas.
Ha habido muchas teorías sobre el poblamiento de América. Colón creyó que se traba de los descendientes de una de las tribus perdidas de Israel, en concreto que las américas eran en realidad el reino de Ofir. La iglesia medieval se encargó de que esta teoría se asentara sólidamente durante siglos. También hubo quien creyó que eran descendientes de los navegantes cartaginenses, o incluso de la Atlántida platónica. Seguro que aún hay quien cree que los sapiens fueron puestos ahí por extraterrestres.
En El viejo nuevo mundo se propone una ruta costera desde las islas aleutianas que no requería de la apertura de las placas de hielo. Dado que durante la última glaciación el nivel del mar estaba mucho más bajo, es posible que una vía de entrada fuera a lo largo de la plataforma costera y que todas las evidencias se encuentren en el fondo del mar. Esto es consistente con una investigación de la Universidad de Copenhague publicada en 2016, que sugiere que el corredor libre de hielo no fue transitable para los humanos hasta hace 12.000 años, casi 1000 años después de la formación de la cultura Clovis. De ser así, los primeros pobladores no penetraron en el continente desde Alaska por el corredor libre de hielo canadiense, sino que tanto los grupos que desarrollaron la cultura Clovis, como también las culturas pre-Clovis, tomaron la ruta costera del Pacífico
No se pueden ignorar los hallazgos que sugieren presencia humana incluso anterior al Homo sapiens. Miles de lascas presuntamente talladas, herramientas de cuarcita, percutores, huesos con marcas de corte a cuchillo, que tienen dataciones de más de 100.000, 200.000 y hasta 300.000 años, y que podrían sugerir una población de Homo erectus en el continente americano. Sin embargo, no se ha hallado ni un solo fósil humano. Tampoco se puede obviar el hecho de que los hallazgos arqueológicos más antiguos del continente no se encuentran en el norte sino en el sur, que hace plausible la teoría de que hubo una entrada desde la Antártida proveniente de Australia, consistente con la mayor vinculación genética de la población sudamericana con la australiana con respecto a la norteamericana, cuya vinculación se da con la mongol.
Los sapiens no poblaron el continente desde una única vía y en único momento
Una vez en el interior del continente, de norte a sur, la expansión fue rápida. Esto puede explicarse del mismo modo que en Europa: los ríos sirvieron como corredores migratorios que facilitaron el acceso a todo el territorio. En el caso americano, el posible carácter navegante de los recién llegados pudo facilitar que la expansión sucediese a grandes saltos.
La extinción masiva
Fuera desde el norte, desde el sur, por un océano u otro, en barca o a pie, a saltos o la pata coja, lo que aquellos primeros pobladores encontraron en el interior del continente fue exuberante: infinitas praderas, abundantes bosques y una fauna tan variada como confiada, pues nunca habían visto a un ser humano.
América del Sur y del Norte estuvieron separadas 65 millones de años, lo que supuso que en cada subcontinente diferentes especies evolucionaran en asilamiento y se diversificarán hasta hace 2,5 millones de años, cuando se formó definitivamente el istmo de Panamá. A partir de este puente natural se dio una serie de migraciones de especies de norte a sur y viceversa conocida como el Gran Intercambio Biótico (GABI). Este intercambio de fauna trajo consigo cambios notables en los ecosistemas.
Coincidente con la llegada del ser humano al continente, cerca del 80% de la fauna de América del Sur desapareció en la llamada Extinción del Cuaternario Tardío. Este proceso de extinción afectó principalmente a especies de megamamíferos (más de 1.000 kg) y de otros grandes mamíferos (más de 44 kg), desapareciendo por completo los perezosos y armadillos gigantes, los équidos nativos, algunas especies de camélidos, felinos, grandes cánidos y úrsidos, entre otras especies. Tal extinción supuso la pérdida de aproximadamente 50 géneros y sus causas objeto de intensas discordias. Nuestra especie ha sido señalada como culpable, aunque no deben desdeñarse los factores climáticos.
Lo más probable es que la causa fuera una combinación de ambos factores
El arqueólogo estadounidense Paul Martin planteó un modelo en el que un reducido grupo de cazadores que ingresó al continente americano vía Alaska hace 11.700 años inició una caza intensiva de presas de norte a sur, alcanzando el extremo de América del Sur hace 10.500 años. Esta hipótesis, según Martin, no es consistente con los cambios climáticos debido a que el mayor número de animales desaparecidos fueron terrestres y no marinos, y en un lapso muy corto.
La hipótesis que apunta exclusivamente a los factores climáticos como responsables de la extinción masiva se basan en el stress nutricional provocado por los rápidos cambios en las especies vegetales, que a su vez llevó a nuevas competencias entre herbívoros y a una selección de especies. Otro posible efecto de los cambios ambientales tiene que ver con los largos procesos de gestación de la megafauna, cuya maduración depende muy directamente de las estaciones y cualquier cambio en ellas puede resultar fatal para una especie de gran tamaño.
Las hipótesis mixtas proponen que a los factores climáticos y a la acción directa del ser humano se suman consecuencias indirectas. Por ejemplo, puede que aquellos primeros ocupantes causaran la extinción del tigre dientes de sable y el jaguar patagónico no por cazarlos a ellos sino por cazar a sus presas. En todo caso, es claro que el ser humano, bien sea por ambición, bien por necesidad, bien por inconsciencia, tuvo mucho que ver con la extinción de la megafauna. De ahí que el relato comience con la cita de Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina: «La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será».
Si quieres ampliar información te recomiendo los siguientes enlaces:
https://www.bloghemia.com/2020/04/domesticacion-del-perro-durante-la-era.html
https://www.lifeder.com/cultura-clovis/
https://www.meteorologiaenred.com/fauna-del-pleistoceno.html
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